Dame, Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil, y lo bastante valeroso para enfrentarse a sí mismo cuando sienta miedo.
Un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota, y humilde y magnánimo en la victoria.
Dame un hijo que nunca doble la espalda, cuando deba erguir el pecho. Un hijo que sepa conocerte a Ti... y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental del conocimiento.
Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos.
Y ahí, déjalo aprender a sostenerse firme en la tempestad, siempre con ideales altos.
Un hijo que se domine a sí mismo antes de pretender dominar a los demás; un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca se olvide del pasado.
Y después de lograr todo eso, agrégale, te lo suplico, suficiente sentido del humor, de modo que pueda ser siempre serio, sin tomarse a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría y la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces yo, su padre me atreveré a murmurar: ¡No he vivido en vano!
Atribuido a Douglas McArthur
Un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota, y humilde y magnánimo en la victoria.
Dame un hijo que nunca doble la espalda, cuando deba erguir el pecho. Un hijo que sepa conocerte a Ti... y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental del conocimiento.
Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos.
Y ahí, déjalo aprender a sostenerse firme en la tempestad, siempre con ideales altos.
Un hijo que se domine a sí mismo antes de pretender dominar a los demás; un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca se olvide del pasado.
Y después de lograr todo eso, agrégale, te lo suplico, suficiente sentido del humor, de modo que pueda ser siempre serio, sin tomarse a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría y la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces yo, su padre me atreveré a murmurar: ¡No he vivido en vano!
Atribuido a Douglas McArthur