lunes, 20 de febrero de 2012

La Meta....



Nunca me preocuparé porque mis metas sean demasiado elevadas, porque mis
metas sean demasiadas, porque es preferible apuntarle a una águila y darle a
una golondrina que darle a la vaca del vecino:


"Hay que aspirar a ser Papa, para llegar a ser sacristán", decían los
antiguos...
Y por algo lo dirán.


Si tropiezas al tratar de alcanzar tus metas, no te desanimes, porque todos
los que han llegado muy alto tropezaron por el camino.
El único que no tiene peligro de tropezar es el gusano, porque se mueve
arrastrándose.
Pero yo no soy gusano que se arrastra, ni gallina que no se atreve a
levantar el vuelo.


El sol que calienta los granos de ideales que quiero cultivar, será la
lectura de los consejos escritos en este libro.
Los leeré muchas veces hasta hacerlos míos, porque ese sol de buenas
enseñanzas hará crecer de manera admirable las plantas de mis éxitos 
que con tanto cariño me propongo cosechar.


El viento que trae polen fecundante a la planta de mis ideales serán las
palabras llenas de ánimo que me diré a mí mismo, y diré a los demás muchas
veces.

“Adelante, que a la vuelta de la esquina puede estarnos esperando el éxito”...


No cometas nunca el terrible crimen de creer que las grandes metas no se
hicieron para ti y que los grandes ideales son únicamente para otros.

Desconozco su Autor.

Chispitas de Lúz

 
Hoy voy a llegar a ti con toquecitos cortos, con pensamientos breves, ¡con chispitas de luz!

No quites lo fundamental de tu semilla: el cascarón sólo la recubre.

No quites la oración de tu vida: el bullicio sólo la confunde.

No quites el amor de tus actos: la aridez sólo los seca y los deshace.

No quites el corazón del mundo: el vacío lo enfría.

No quites las columnas de tu edificio, porque el viento se lo lleva.

No quites las rosas de tu siembra, porque el abono no se amarga.

No quites tu pie del pedal, porque te faltarían fuerzas para arrancar.

No quites la mirada de tu montaña, porque te faltarían alas para el vuelo.

No quites el color a tu pincel, porque se convertiría en una caña hueca.

No llores sobres tus escombros, porque te faltaría experiencia para empezar de nuevo.

No te encumbres demasiado, porque de ahí nacen las peores caídas.

No te coloques detrás del sol, porque te faltaría luz en los ojos.

No te rías detrás de la hipocresía, porque te faltaría verdad en el corazón.

No te rindas al brillo del dinero, porque te convertirías en metal.

No te midas por lo que hiciste, sino por lo que llevó dentro tu proceder.

No obres por mandato, porque te convertirías en esclavo.

No juzgues por apariencias, porque te convertirías en un frívolo.

No vivas de promesas, porque te convertirías en un soñador.

No te concentres demasiado en ilusiones, porque la vida se maneja entre realidades.

No te asustes de ti mismo: ten el valor de verte “como eres”.

No retrases ni aplaces tus proyectos, porque otros se te adelantarán y los sacarán a la luz.

No te sientes a ver pasar la vida, porque luego no sabrás como vivirla.

No reluzcas tanto tu éxito, mejor sería lucir un huequito en el corazón por donde todos divisen el amor.

No escatimes el perdón: es imposible caminar con tantas heriditas abiertas.

Nunca te inquietes demasiado pensando que no puedes: eres débil hasta que la vida te deja ver tu fortaleza.

No centres tu vida en la importancia que tienes, sino en lo importante que son los otros para ti.

No hagas de tu sueño algo perdido: nunca sabrás lo que vale hasta que lo veas dando frutos en la realidad.

No pienses que Dios tensa tus cuerdas para hacerte sufrir, sino para que des el tono y afines los sentimientos.

Nunca te sientas solo: siempre hay una soledad esperando por la tuya para que las dos se acompañen.

No te creas un hombre de suerte, porque a veces cobra mucho por lo que te da.

No creas que tu cruz es la más pesada: hay otras más difíciles de cargar.

No hables de Dios y su justicia, porque siempre quedarás en deuda.

No pierdas el timón, porque perderías el rumbo.

No pierdas el motivo, porque perderías el impulso.

No pierdas la emoción de vivir, porque perderías la llama que calienta el corazón e ilumina la vida.

No pierdas la fe, ¡porque te derrumbarías


Libro: "Con las Alas Abiertas"