domingo, 8 de agosto de 2010

Pedir Perdón



¿Qué te parecería si vieras a alguien golpeándose intencionalmente su pie con un martillo? Una locura!

Bien: es natural que quien gesta una comprensión más honda y compasiva de la realidad, sienta que cualquier daño intencional hacia otro, sea tan insensato como el acto de quien martilla su propio pie.

¿Por qué?

Porque vive en su corazón lo que los sudafricanos llaman UBUNTU: el principio que señala que todos existimos ligados a los demás, siendo uno con ellos, parte del mismo tejido viviente.

El lema que sostuvo el fin del apartheid en Sudáfrica a fines de 1980 fue "Ubuntu, nigumuntu, nagamuntu" (en zulú: "una persona es una persona a causa de las demás", o "yo soy porque somos nosotros"). Así, si daño a otro, me daño a mí mismo, tal como si me martillara mi propio pie.

Por eso pedir perdón es indispensable, pues dañar a alguien sin hacernos cargo de haberlo hecho, es seguir dañándolo.

El pedido de perdón es uno de los actos que mayor valentía requieren: ni bien nos disponemos conscientemente a enfrentarlo, surgen múltiples postergaciones y justificaciones de por qué hicimos lo que hicimos.

Sin embargo, si contactamos con la verdad, el impulso más hondo que germina es el de reparar el daño infligido.

No para que admiren nuestra "humildad", ni para evitar el "castigo divino" o para "dejar nuestra conciencia tranquila", sino porque si queremos ser fieles a nosotros mismos, ésa es la única opción digna.

Así tengamos que remontarnos al pasado, discar un teléfono por largos años olvidado, escribir una carta, mirar a los ojos...

Y aun en los sucesos cotidianos: no terminar el día sin habernos hecho cargo ante el otro de nuestra torpeza, nuestro egoísmo, nuestra ignorancia...

Pedir perdón implica el riesgo de que nos lo nieguen. Pero lo importante no será nuestro propio alivio, sino ofrendar una actitud reparatoria.

En la pareja o entre vecinos, en la familia o entre amigos, entre naciones o sectores sociales. Ése fue el fundamento del próceso sudafricano por el cual 21.800 personas de raza negra declararon frente a sus ultrajadores las vejaciones recibidas durante el apartheid, dándoles lugar a que tomaran real conciencia del daño cometido y pidieran perdón; esto produjo en cientos de ellos un genuino y transformador arrepentimiento.

Sólo ésos obtuvieron amnistía. Quizás éste sea uno de los ejemplos más impactantes de lo que puede producir la aplicación colectiva de los mejores valores humanos.

Antjie Krog, en una película basada en esos hechos, pone en labios de una poetisa blanca, -testigo conmovido de esas declaraciones-, estas palabras, al concluir ese proceso:

Por ti este país ya no yace entre nosotros, sino dentro.
Respira inmóvil después de haber sido herido en su maravillosa garganta.
En mi cráneo canta,enciende mi lengua.
Por miles de historias fui quemada y tengo nueva piel.
He cambiado para siempre y quiero decir:
perdóname, perdóname, perdóname.

Virginia Gawel & Eduardo Sosa ã,

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